La viticultura en Galicia siempre ha estado asociada a los afrutados vinos blancos de ligera acidez de las denominaciones de origen Ribeiro y Rías Baixas. Hasta hace poco, los gallegos y otros españoles solían pedir los tintos clásicos nacionales en los bares y restaurantes de la región, arrugando la nariz de modo altanero cuando se les recomendaban tinto de la Ribeira Sacra. Afortunadamente, estas actitudes estrechas de miras son ahora algo del pasado, gracias principalmente a los heroicos esfuerzos de una serie de pioneros de la Ribeira Sacra, una zona productora de vinos del interior de Galicia. Ribeira Sacra significa algo similar a orilla o ribera sagrada.
El Miño y el Sil, avanzando serpenteantes hacia el oeste desde la provincia de Ourense hasta Pontevedra, abren una garganta espectacular en el paisaje, con una profundidad cada vez mayor. Los bancos de bosques de roble, pino y castaño, salpicados de viviendas peligrosamente colgadas y algún monasterio o iglesia románica, descienden hasta la línea de agua y es en estas laderas de vértigo, sobre estrechas terrazas de granito denominadas bancadas, donde se cultiva la variedad de uva local e insignia de la denominación Mencía. En algunos lugares, la vertiente es tan empinada que la única manera de “evacuar” la preciosa carga de Mencía era en barco. Hoy en día, algunos viñedos poseen cintas mecánicas que transportan las uvas a la cima de la montaña, mientras que otros confían solamente en la fuerza de los vendimiadores, todos ellos porteando cestas de 20 kg de capacidad sobre los hombros. ¡Un trabajo literalmente rompe espaldas!